Se acercaba la hora, él iba a llegar de un momento a otro. “Ojalá que esté un poco más calmado hoy” deseó ella, que todavía tenía el cuello dolorido. Estaba tan adiestrada en esto de oler el peligro que podía intuirlo a diez cuadras de distancia. Aunque de poco le servía, apenas para atajarse mejor. Ni siquiera podía refugiarse en la luz del día: daba lo mismo la mañana, que la tarde o
Mario estaba un poco más calmado, sí, pero igualmente borracho. Tanto que ni siquiera podía mantenerse en pie. Cuando lo vio aparecer tambaleante en la entrada de la casa se metió al baño y abrió la ducha simulando estar bajo el agua. Sabía lo mucho que él la odiaba, al agua.
-Gorrrrdaaaae –gruñó al otro lado de la puerta – no tardés gorrrdaaa.
Fue todo lo que dijo en medio de balbuceos incomprensibles mezclados con eructos. Ella recién salió del baño cuando escuchó el silencio. Se apoyó en el marco de la puerta del dormitorio y lo miró ajena, como se mira un cuadro: estaba tirado en la cama, profundamente dormido, con el cierre del pantalón bajo y la camisa desabrochada cayendo en cascada a los costados de su enorme panza. Cuando lo veía así, indefenso, le llegaba el alivio. Pero también se le juntaban el odio y la bronca, ésos que frente a él y su prepotencia se le evaporaban como
Temblando de miedo, pero con la firmeza de quien no teme ir al infierno, porque ya lo conoce, fue hasta el pasillo y soltó la soga que ataba al perro. Lo dejó ir, acariciándolo suavemente para que no ladrara. Cortó la soga en dos con la cuchilla de la cocina y se acercó, con sogas y cuchilla, a la cama donde Mario dormía. Sabía que el vino barato le garantizaba un sueño bastante profundo para trabajar tranquila pero los ronquidos entrecortados y retumbantes, como estertores, le sobresaltaban el pecho. Dejó la cuchilla sobre la mesita de luz por las dudas y se concentró en el brazo derecho. Rozando apenas la piel, rodeó la muñeca con la soga calculando el futuro movimiento del condenado y la anudó con toda su fuerza al listón de
El sol estaba bajando y empezaba a entrar por una rendija de
Ella no se movió, parecía anclada a una balsa en un naufragio. Su cuerpo se estremecía por el oleaje del hombre furioso y desesperado, pero ella estaba decidida a no hundirse. Cuando el mar de Mario se aquietó, hubo apenas unos segundos de calma, minutos, horas, imposible medirlo. Una calma de incertidumbre en los que ella no aflojó ni por un momento su cuerpo alerta. Cuando comprendió por fin que el movimiento había cesado para siempre empezó a sentir un leve temblor que desbordó su mar interior. Lloró sobre su marido muerto por última vez.
Sobre el cadáver aún tibio se juró por ella y por sus cuatro hijos que nunca más volvería a derramar una sola lágrima por ese desgraciado que le había arruinado la vida a todos, que le había llenado de moretones el cuerpo y también el espíritu; que le había destruido a sus propios hijos lo más sagrado que uno tiene,
Se levantó con dificultad, apoyándose en el pecho inerte y retiró
Entretanto preparó mate cocido y tostadas, doraditas y crujientes. Se asomó a la ventana para identificar el ruido de un auto que estacionaba pero los rayos plateados del sol que atardecía la cegaron repentinamente. Todavía no se había recuperado del encandilamiento cuando la sobresaltó un grito inesperado y conocido:
-¡¡¡Qué mierda se te quema ahora, inútil!!! ¡¡Traeme el mate,¿querés?, que se me hace tarde !!
-Ay, sí, gordo, ya voy – dijo con un hilo de voz, inexpresiva.– Siempre la misma tonta, no sirvo ni para hacer tostadas.
2 comentarios:
Este es tremendo. Hasta me dieron ganas de ayudar a la justiciera y me quedé con el amargo sabor a las tostadas... quemadas.
;)
Este es otro de los temas "que no se hablan" en esta "era de la comunicación", donde "todos tenemos derechos desde que nacemos..."
Me ha hecho recordar(ignoro porqué, quizás porque es uno de mis escritores favoritos) estos versos de "The Ballad of Reading Gaol"
Some love too little, some too long,
Some sell, and others buy;
Some do the deed with many tears,
And some without a sigh:
For each man kills the thing he loves,
Yet each man does not die.
...la seguimos, es nuestro deber recuperar ese derecho perdido luego de que, al nacer, nos discriminaron como "nenas".
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