miércoles, 13 de mayo de 2009

Lo normal

Sí, le cuento. Pero primero déjeme aclararle señor juez que nosotros nunca nos hubiéramos imaginado que algo así podía pasar. A nosotros digo. Claro que lo hemos visto en los noticieros, pasa mucho en Norteamérica, esos lugares. Pero acá y a nosotros, nunca.

¿Mi relación con la acusada? La tía, soy la tía.
¿Qué tipo de relación tengo? Y… de tía, soy la tía. Soy la hermana de Fabiana, la madre.
¿Si somos muy unidas? ¿Con la madre, dice? Ah, con mi sobrina… Y, lo normal. No le voy a decir que es mi sobrina preferida, porque le mentiría, pero tampoco es que le haga vacío… Lo normal. Nosotros somos de familia numerosa, fíjese que de mi parte somos tres hermanos, que suman 9 sobrinos, más los del lado de mi marido que son 7 de un matrimonio anterior… Así que imagínese la parentela que somos.

¿De la infancia quiere saber? Sí, le cuento. Ya de chiquita era, como decirle, especial. Con decirle que de bebé ni lloraba, “es una santa” decíamos y mire cómo viene a salir. Cada tanto le agarraba un berrinche que no la parábamos con nada. Ahí sí, le soy sincera, un chirlo había que darle. Pero en general era buenita. Demasiado buenita le diría, ya era raro. Y muy solitaria. Ni cuando empezó el jardín logramos que se juntara con otros chicos. Siempre solita haciendo dibujitos. Era tan mansita que hasta la maestra lo destacaba, decía “¡pero si esta chica parece una planta!”. Lo que sí, ¡tenía una imaginación! Claro, quién iba a pensar que la imaginación se le iba a ir para ese lado. A uno cuando le dicen que el chico le salió con imaginación ¿que se piensa?: me salió un Picasso, un Mozart, una cosa así. ¿Qué se va a imaginar esto? Por ahí en los dibujitos que hacía uno podía ver un costado… como decirle: oscuro. Algún compañerito con un cuchillo en la cabeza, otro colgando de un árbol, esas cosas que hacen los chicos. Y por eso la entendimos a la maestra cuando nos dijo que prefería mantenerla separada del resto para preservarla a ella… y a los compañeritos también. Es lógico, ella tenía que velar por todos.

¿Con los hermanos? Tampoco se juntaba mucho. Porque los otros eran medio salvajes, hay que decirlo. Pero eran cosas de chicos, se tiraban de los pelos, se arañaban, lo normal. ¿Cómo? ¿Si se peleaban entre los tres? Más bien era siempre los dos más grandes contra ella, no sé por qué, vio que los hermanos son así, celosos. La cosa es que la tenían medio de punto, me acuerdo una navidad que le quemaron la única muñeca que le había traído Papa Noel y después le pintaron la cara con las cenizas. ¡Cómo lloraba! ¿Pero nosotros qué íbamos a hacer?, eran chicos, haciendo cosas de chicos. Lo normal.

¿Si de chica ya daba indicios? ¡¡Para nada!! ¡Si era un pan de dios! Callada, muy seria. Como para que se dé una idea, ¿sabe qué recortaba de los diarios? Usted va a pensar las historietas, los dibujitos… no, ¡los avisos fúnebres! Cinco años tenía cuando hacía eso, pero nosotras con la madre pensábamos que era porque le gustaban las oraciones que siempre aparecen ahí… aunque ahora que lo pienso todavía no sabía leer. Bueno, como sea, ni se nos ocurrió pensar que era por algo malo. Era muy buenita. Y muy seria. Demasiado seria le diría. Siempre se quería vestir de negro, si cuando empezó primer grado, no había forma de que se pusiera el delantal. Al final accedió si la madre la dejaba ponerse un buzo negro largo que le llegaba a las rodillas. Y lo de las uñas fue otra pelea que tuvieron. ¿Dónde se ha visto que una nena de seis años se pintara las uñas de negro? ¡Y para ir a la escuela! La madre no la dejó, le dijo que tenía que madurar para hacer esas cosas. Así que recién se lo permitió cuando empezó segundo grado. Tampoco iba a dejar que hiciera lo que se le daba la gana.

Y no es que uno pueda decir que la controlaran mucho. Vio que se dice que estas tragedias pasan cuando en la casa hay un padre muy autoritario. Nada que ver. Raúl, el padre, es viajante así que está poco y nada en la casa. Y Fabiana, lo mismo, entre el trabajo, el gimnasio, el curso de flores de Bach, casi que no tiene mucho tiempo. Ni para cocinar, porque eso yo se lo dije unas cuantas veces: “esta chica no come sano”. Pero ella me decía y con razón: “yo no soy cocinera, ya es grande, que aprenda”. Y la verdad es que si no, los chicos se malacostumbran a que la madre sea la sirvienta y no es así. Lo digo por experiencia, porque yo tengo un hijo de 37 que vive conmigo y no sale de casa si no le planché la camisa. Ella no, ella los quiso criar distinto a los suyos. Pero al final mire cómo le salieron. Bah, esta chica nomás porque los otros son unos santos.

No, no , no. No es que esté diciendo que es un desastre. Es una chica normal que va a la escuela y esas cosas. Pero tiene lo suyo, como todos los adolescentes, porque al final es eso, una adolescente con cosas de adolescentes. Y después está el temita ese que ya sabemos… de los kilitos de más. Ojo que ella nunca lo sintió como algo malo, siempre estuvo orgullosa de su gordura. Aunque, hay que decirlo, no le gusta que se lo mencionen. Si por ejemplo le llegábamos a decir que parara de comer, que la terminara con los alfajores, ahí sí se ponía como loca. Vio cómo son los chicos que no la entienden, uno lo hace por su bien pero no la entienden. Y yo creo que ese tema tuvo mucho que ver en su mala relación con los compañeros y con los maestros. Igual yo creo que agrandaba un poco las cosas porque una vez vino diciendo que la maestra la había llamado al frente porque justo estaban dando la vida de las ballenas y la puso como ejemplo. Lo de las ballenas es cierto porque después vi la carpeta y tenía una lámina y todo. Pero lo otro… vaya uno a saber… Inventaba mucho.

¿Si hay alguien más así en la familia? ¿Así, cómo? ¿Obeso? Yo no diría… por ahí Fabiana la madre no es lo que se dice Valeria Mazza, pero se cuida, va al gimnasio. Se la pasa en el gimnasio. Pero esta chica nunca quiso saber nada con el gimnasio, siempre encerrada, siempre seria. Y al final nosotros decíamos y bueno, será seria nomás, tampoco uno tiene que estar riéndose como en un circo todo el tiempo. ¿Sabe lo que me estoy acordando? Que Fabiana una vez vino con una idea media rara de que capaz que a la nena había que tratarla, que capaz que un psicólogo la podía enderezar. Pero a mí me pareció una locura. ¿A qué tiene que ir un chico a un médico de locos? A qué lo vuelvan más loco. A mí que me disculpen pero esas cosas modernas son inventos para sacar plata. ¿Qué le podía faltar? Todo le dieron, nunca le faltó nada, bicicleta, internet, play station. Todo lo que querían, lo tenían. Es verdad que a la nena le compraban pocas cosas nuevas y casi siempre le tocaban las cosas que los más grandes ya no usaban. Pero eso es normal, pasa en todas las familias, tampoco se puede todo. Pero no por eso va a necesitar ir a un psicólogo, dónde se ha visto.

¿Si es agresiva? No, para nada. Por ahí contesta mal, pero muy pocas veces. Es que prácticamente no habla y cuando una le habla está con esa música enchufada en las orejas que no presta atención. Lo que sí me acuerdo de una anécdota de un día en que estábamos festejando el cumpleaños de uno de los hermanos y la madre le dijo que si seguía comiendo así iban a tener que llamar a una grúa para levantarla de la silla. A todos nos hizo gracia y nos largamos a reír, vio que uno se tienta. Pero a ella no le hizo gracia y ahí nomás se levantó como una tromba, tiró el plato de ravioles contra la pared y se fue gritando “¿por qué no se mueren todos?”. Mire usted, ahora que lo pienso, indirectamente se ve que deseaba algo así. Pero qué íbamos a pensar… Esas son cosas que se dicen sin pensar. Para mi gusto se excedió un poco porque la madre lo único que quería era que tomara conciencia. Pero se ve que ella no lo entendió así.

¿Para los 15 qué pasó? Y fiesta no quiso, como ya nos imaginábamos. Mire que hacerle eso a los padres, la única hija mujer y no querer la fiesta de los quince. Ni viaje a Disney quiso, nada. ¿Sabe lo que pidió de regalo? Quería irse a un recital a no sé qué ciudad de Europa, de un grupo que ni sé cómo se llamaba y cantaban a los gritos. Ni locos, antes que regalarle eso nos cortábamos las manos. Digo cortábamos porque para el regalo íbamos a colaborar todos. Así que nosotros le hicimos nomás la fiesta, le compramos un vestido rosa precioso que la verdad fue difícil conseguir para ese talle, pero no quiso saber nada. Dijo que antes de ponerse ese vestido se cortaba las venas. Siempre fue una exagerada. Y a la fiesta fue porque la amenazamos con cortarle internet. Pero fue con la cara larga, vestida de negro, un desastre. Y estuvo toda la noche sentada en un rincón, no se paró ni para las fotos. Teníamos que ir todos hasta donde estaba ella para posar. Pero la fiesta se la hicimos, esas cosas pasan una vez en la vida y cuando sea grande lo va a agradecer. Justamente viendo las fotos de la fiesta fue que nos enteramos del tatuaje ése que tiene, con esa frase tan terrible. Jamás nos había dicho nada que se había hecho un tatuaje y después en las todas fotos salió levantándose la manga para mostrarlo. Ahora que lo pienso hasta parece una amenaza premeditada, pero uno que iba a pensar algo así…

Si hasta en la escuela se lo festejaron. Los compañeros llevaron globos y hasta le regalaron un cd con música caribeña. Ella como siempre, que toma todo para el otro lado, dijo que era para burlarse porque a los globos les habían dibujado su cara y puesto su nombre. Y que lo de la música era porque ese estilo se llama "vallenato" que es como le decían a veces a ella para enojarla. Y la verdad que ahora yo no sé qué creer, si en la crueldad que pueden tener los chicos o en lo retorcida que puede ser la mente de mi sobrina que siempre se hace la víctima...

¿Que le cuente de la semana anterior a que pasara todo? Sí, como no. Yo hacía mucho que no la veía porque como le dije tengo mucha familia, estamos siempre de acá para allá. Y si uno no se entera de nada es porque están todos bien. La cosa que una tarde me llama mi hermana para pedirme la receta de una torta que yo siempre hago y ahí le pregunto cómo andan todos y ella me cuenta de mi cuñado que estaba en Salta, de los chicos, todo bien. Ahora que lo pienso de la nena no me dice nada, me cuenta de los dos mayores, que estaban muy bien, con trabajo, con novia, todo, pero de la más chica no me dice ni mu. Y lo que sí me cuenta muy preocupada es que no encuentra por ningún lado el revólver de mi cuñado y que él le dijo por teléfono que no se acordaba si lo había traído a casa o no. Ahí yo le dije: “pero cómo no se va a acordar de una cosa así” y ella me dice que como se junta con los amigos a practicar tiro, que es una afición que tiene de hace mucho, no se acuerda si se lo dejó en la casa de los amigos o lo trajo a la casa. Yo ahora, atando cabos y esto es una opinión mía, me doy cuenta de que la nena ya se lo debía haber sacado a escondidas y lo tenía guardado.

La cosa que al otro día me la encuentro a la nena en la calle y cosa rara en ella se cruza para saludarme y se me pone a hablar. Parecía otra, más normal. Y ahí me cuenta que va a actuar en el acto del día de San Martín y usted no sabe lo contenta que yo me puse porque la vi como alegre, entusiasmada, cosa rara en ella. Porque nunca fue de participar en ningún acto, siempre hosca, muy para adentro. Por eso me alegré porque me dije: “bueno, parece que la madurez está llegando”. Y ese día me dijo: “no sabés tía, va a ser genial, se van a acordar todos de mi actuación”. Y mire que a mí se me ocurrió pensar que a lo mejor se le daba por estudiar para actriz, por qué no, podía ser la nueva Ana María Giunta, ¿uno que sabe? ¿Por qué la vamos a menospreciar, que algún talento debe tener, escondido, pero lo debe tener?

Y así como le digo, a los dos días pasa esto que ya sabemos, que en medio del acto saca el revólver y empieza a los tiros, y bueno, toda esa desgracia que ya sabemos. Yo entiendo que no se hable de otra cosa, que la masacre esto, que la masacre aquello. Pero en el medio de todo eso está mi sobrina, que es un ser humano como cualquiera que se merece otra oportunidad. Qué se le va a hacer, nos salió medio torcida y encima gordita, pero no tiene la culpa. La culpa es de los demás, de la sociedad que está enferma y no sabe aceptar al que es diferente. En la escuela, ¿no se dieron cuenta los maestros? Claro, si se la pasan de huelga. Ahora resulta que mi sobrina es una asesina ¡ pero por favor! ¡Ella también es una víctima! ¡Todos somos víctimas de esta sociedad! No hay contención para el chico de hoy, no se lo toma en cuenta, se lo discrimina. Y claro, después pasan estas cosas. Hasta que la sociedad no cambie de mentalidad, esto no cambia señor juez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y sí, yo la entiendo... lo normal.

Buenísimo, Marisa.

Polifemus.