miércoles, 27 de mayo de 2009

DIARIO DE VIAJE - Cataratas - Día 2

~ Ruinas y piedras

Llegamos tempranito a San Ignacio. Eran las 7:10 cuando bajamos a desayunar antes de empezar la visitar a las Ruinas de San Ignacio Miní. La feria que estaba frente al comedor apenas tenía unos pocos puestos abiertos y sus vendedores no estaban muy despiertos. Por otro lado, casi todos vendían lo mismo: mates, collares, carteras tejidas, llamadores de ángeles. Había también algunos indios guaraníes que vendían sus artesanías sobre una manta en el piso y niños que vendían orquídeas o piedras, que pedían caramelos o galletitas.
Eso me recordó instantáneamente mi viaje al noroeste argentino, donde cada parada implicaba ser rodeado de un remolino de niños que pedían lo que fuera, que recitaban poemas andinos, que querían ser llevados a la ciudad (lo recuerdo especialmente, nos pedían que los adoptásemos y los llevásemos con nosotros a Rosario). Y otra vez la película Slumdog Millionaire venía a mi cabeza y toda la miseria extrema y lo parecidos que son el hambre y la pobreza aunque las religiones, los gobiernos y el paisaje sean otros tan distintos. ¿En qué momento empezamos a separar la naturaleza del hombre? ¿Cómo es posible que se hable de “bellezas naturales de la madre tierra” cuando sus propios habitantes no tienen para comer? Los indígenas que habitan esas tierras privilegiadas ¿son también considerados patrimonio de la humanidad como las ruinas? No parece.

Aunque el desayuno ayudó a despabilarnos no fue fácil ponerle onda a la visita después de 15 horas viajando. El día estaba nublado y un poco fresco. El guía del lugar repetía su rutina cual lorito (y supongo que ése sería su primer recorrido del día), tiraba datos y más datos y decía cosas tales como “hincapieces” para hablar de Lugones y Quiroga quienes fueron los primeros en darle impulso al lugar.

Las ruinas. Construcciones que hablan de una época donde todo comenzó a ser de otra manera, donde la cruz empezó a marcar el camino a seguir, donde un dios único y todopoderoso se impuso por sobre dioses variopintos. Los sacerdotes las llamaban “reducciones”, nada de eufemismos. Árboles que se resisten a morir y crecen sobre los muros, envuelven un pilar hasta casi esconderlo por completo. Paredes levantadas con piedras encastradas prolijamente. Cada vez que veo esas construcciones imagino cómo sería vivir en esa época y envidio la frescura que debían tener esas casas en un clima agobiante. Pero no envidio nada más: me encanta el lavarropas, el gas natural y la losa radiante.

San Ignacio Miní

Cuando volvemos al micro Mariano, nuestro coordinador, hace una lectura de lo que acabamos de ver: nos habla de los guaraníes y la cadena de cosas que hacen que vivan en ese estado. Dice que hay una diferencia entre los guaraníes pobres y los pobres a secas. A mí me parecen lo mismo: son pobres y sus miradas están tristes, abatidas. Pero lo más triste de todo es que su presencia parece un detalle más del paisaje, una postal “inevitable”.

Tres horas más de viaje y llegamos a Wanda (pronúnciese vanda) un lugar que lleva ese nombre en honor a una princesa polaca que se sacrificó por su pueblo. Esta segunda excursión incluida en el tour era la visita a la Compañía Minera que se dedica a la explotación de piedras preciosas y semi-preciosas. El guía de este lugar intentaba ser un poco más jocoso que su antecesor de San Ignacio y mechaba chistes malos con una caterva de paparruchadas, todo expresado con una seguridad pasmosa. “Como todos sabemos”, “como ya sabrán” eran las frases que usaba para comenzar sus alocuciones de saberes generales que combinaban el esoterismo, las pseudociencias, la energía, los chacras. “Como todos sabemos, todo en el universo, tiene un por qué. Por eso está el cuarzo”. A mi lado, Pablo se mordía los labios para no proferir algún improperio. A lo largo de la recorrida donde vimos los diferentes tipos de piedras que se extraían y caminamos por algunas de las cuevas donde día a día los mineros trabajan como picapedreros (¡y yo me quejo de mi trabajo!), el guía nos hablaba de las propiedades de cada piedra para distintas dolencias como reuma, mala circulación y hormiguillones (sic) y hasta la receta para preparar un té que reemplaza al Viagra.

piedritas Carga

La visita a las minas de Wanda (nombre que mí me recordó otra película que no vi, “Los enredos de Wanda”; pero Pablo me dijo, luego de largar una carcajada, que no creía que tuviera que ver con este lugar) es el típico paseo metido de prepo, que a nadie le interesa, que sólo se entiende por un acuerdo entre el lugar y la agencia de turismo para que esta gente pueda vender algunas de sus artesanías (que por otro lado se pueden encontrar en cualquier lado). En fin, cosas que fuimos aprendiendo.

Luego de ese recorrido bastante inútil y cansador, ya que nosotros sólo queríamos llegar al hotel a darnos un baño y descansar, fuimos a almorzar a otro lugar que nosotros tampoco hubiéramos elegido: un tenedor libre más caro que los de Brasil (la típica avivada argentina). Pero estábamos hambrientos y la variedad de platos vino bien. No tanto la música que nos acompañaba, que era una radio que mezclaba la misa criolla con otras canciones folclórico-romanticonas. Esta vez la pareja de italianos se dividió: mientras él se llenaba el plato con un gran bife y guarniciones varias, ella se quedaba de brazos cruzados, miraba la comida de su flamante marido y negaba con la cabeza al mozo que le preguntaba si quería tomar algo.

Con el estómago lleno volvimos a la ruta dispuestos a hacer el último tramo. La aduana estaba a sólo 40 km de allí, pero por los trámites se estimaba que la tardanza podía llevar entre 1 hora y media y dos. Mientras, sigue la banda de sonido del viaje con Julio Iglesias y Chayane. Mi tolerancia estaba al límite. Para paliar los efectos colaterales negativos saqué mi MP3 y me conecté a Ligia Piro. Una mezcla rara y placentera: por la ventana un camino que ya era selvático y de tierra rojiza y en mis oídos música de jazz.

Para matizar la espera de la aduana hicimos algunos crucigramas y aprendimos palabras que ya me olvidé. La tardanza no fue tanta (menos de una hora) pero la llegada al hotel se alargaba más de lo deseado. Todo el pasaje del colectivo estaba repartido en 7 hoteles diferentes y el nuestro era el anteúltimo. Eran las 16:45 (24 hs y 45 minutos después de salir de Rosario) cuando llegamos al Líder Palace Hotel, muertos de cansancio y ofreciendo nuestro reino por una ducha.

El hotel que nos tocó (tres estrellas) está lejos del centro (a unas 20 cuadras). Después de bañarnos quisimos dar una vuelta por los alrededores pero después de unas cuatro cuadras volvimos al hotel (demasiado cansancio). Nuestro paquete turístico era con media pensión (desayuno y cena) pero la cena recién empezaba a las 20 hs así que hicimos tiempo viendo Los Simpsons en la tele de la habitación. A las 20:05 ya estábamos entrando al comedor. El servicio de buffet que nos acompañaría en todo el viaje hizo que comiéramos como nunca en nuestras vacaciones (acostumbrados como estamos a un menú que consiste en arroz con atún, fideos o atún con arroz). Eran las 21 hs y ya estábamos listos para dormir. Evaluamos los posibles los inconvenientes de enchufar el cargador de las pilas 220 a los tomacorrientes de 110 (increíble: con sólo cruzar la frontera, cambian tantas cosas, como los enchufes. Lo mismo nos pasó en Uruguay donde tuvimos que comprar un adaptador con un diseño de patitas que acá desconocíamos). Repasamos algunos canales de la tv brasilera y paraguaya, atestados de pastores evangélicos y publicidades inverosímiles (“Conocé la cultura Emo, mandá ´fleco´ al 2020”). Y nos dormimos temprano, agotadísimos y conscientes de que al día siguiente nos esperaba una jornada movidita.

[Continuará]


Fotos del viaje.

Ir a Día 3: Agua que no has de creer.

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